El escrache es
una de las señales más claras de que la situación en este país es cada vez más
insostenible. A los ciudadanos no les ha quedado otra que unirse e iniciar
modos de protestas nunca antes vistos en la democracia española. Este tipo de acciones
son más necesarias que nunca, ya que responden a la coherencia de un drama
social.
Por ello, no se
entienden los intentos de deslegitimar un movimiento que busca objetivos
loables y lógicos. Los argumentos que se usan en contra han ido empeorando de
manera alarmante. Se empezó con la violencia de los ciudadanos que participan
en los escraches. Se pasó luego a la
comparación con el terrorismo de ETA. Y se ha
terminado de la manera más vil y malintencionada, con la denominación de
“nazismo puro”, tal y como hizo la secretaria general del PP, María Dolores de
Cospedal.
El político está
demostrando no estar a la altura. Las protestas tienen una base razonable y por
ello molesta tanto que se intente desviar la atención del verdadero fondo de la
cuestión. Según datos de la Plataforma
de Afectados por la Hipoteca (PAH) desde que empezó la crisis se han producido
más de 400.000 desahucios. Ante esto, desde Europa se ha dado un toque de atención a España que el
Gobierno ha ignorado.
Parece que la
sordera de los políticos es endémica. Para eso está el escrache, para que
escuchen de una vez lo que tiene que decir la población. Las formas pueden ser
mejorables. Se debe dejar de lado cualquier tipo de violencia, ya que no tiene
sentido responder con la misma cara de la moneda. Por ahora van bien
encaminados y eso es de agradecer ante la falta de ideas que vienen desde las
élites dominantes.