Tras las elecciones en Italia, parece que la situación ha tocado fondo en el
peor momento. Los ciudadanos italianos han dejado clara su división y todo parece
indicar que será imposible que el “ganador”, Luigi Bersani, consiga gobernar el
país. La actitud de colaboración es la única solución para un nación que marcha
sin freno hacia el mayor de los abismos.
Desde Europa, lo sucedido en
Italia se mira con miedo y preocupación. Su candidato, Mario Monti, ha sido el
gran derrotado y con ello los italianos han dejado bien claro que rechazan las
políticas de austeridad impuestas desde Bruselas. Sin embargo, no parece que se
quiera cambiar el rumbo, los recortes se imponen como única solución, sin
importar que el gran damnificado sea el ciudadano.
Ejemplos como la gran
manifestación de este fin de semana en Portugal, en contra de las imposiciones
de la Troika, son el reflejo del
hartazgo de la población. En Italia podemos verlo en las elecciones. Silvio
Berlusconi y Beppe Grillo han sido los verdaderos vencedores. Ambos tienen en
común un rotundo rechazo a las políticas que vienen marcadas desde la UE. Los
italianos lo han valorado y el voto de los indecisos ha sido para ellos.
La decisión de los italianos se ve
desde fuera como un error, pero mayor
fracaso es no rectificar a tiempo. Se necesitan nuevas políticas, nuevas
ideas. El mazo de los recortes y la rigidez económica no funcionan y perjudican
al más débil. La ola ciudadana es muy voluble, pero también destructiva. El
caso de Italia, no ha sido, no es, ni será el
único mientras esto siga así. El presidente, Mariano Rajoy, y su Gobierno,
deberían tomar nota, aunque por ahora parece que continuarán siguiendo una
línea que, de momento, solo ha conducido a más inestabilidad.
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