Actualmente y como bien
se indica en distintos marcadores de confianza, los ciudadanos
españoles nos encontramos en un estado de desafección total hacia
el sistema en el que vivimos, que, a pesar de vanagloriarse con
términos de igualdad y justifica, provoca cada vez más grandes
diferencias entre la población. Tasas alarmantes como las de
desempleo, especialmente el juvenil, o los altos casos de corrupción,
parecen llevarnos a una situación abocada al más profundo y oscuro
abismo.
No obstante, en tiempos
de crisis, crecen las soluciones. Es evidente que el ciudadano
español está en estos momentos imbuido de un sentimiento de total
rechazo a todo el sistema en el que vive. En particular vemos una
clase joven tremendamente crítica y participativa que se niega a
seguir aguantando la obstrucción que provoca el funcionamiento
desfasado del Estado.
¿Qué hacer? Esa es la
gran pregunta que se hacen muchos en estos últimos meses de tensión.
Es innegable, que se avecina tormenta, y es por ello
que muchos ya empieza a hablar de renovación y cambios. Es en esa
línea en la que se mueve la extensa y detallada editorial publicada
por el diario El País el pasado 10 de febrero, en la cual se habla
de reconstrucción, dando a conocer sus peculiares puntos de
variación para erradicar los problemas vigentes.
Ese es el ejercicio
crítico que hace falta en este país, ya que somos especialistas en
expresar nuestro malestar, pero nunca en proponer nada para mejorar.
Pocas personas se atreven y muchas siguen a la corriente, cambiando
de ola según convenga más o menos, o según sea el color de la
misma. No seré yo quien subscriba totalmente las opiniones y
soluciones versadas en el diario El País, ya que por poner un
ejemplo nunca aceptaría hablar de un cambio en el que se diese la
posibilidad de seguir viviendo bajo el anacronismo de la monarquía.
Pero sí valoro su
intento, y en muchos otros puntos como la reforma en educación,
sanidad, justicia o la imprescindible reforma de la Constitución de
1978 coincido de pleno, aunque siempre con matices y nuevas
posibilidades para el dialogo. Mayor problema plantean otras
cuestiones como el hecho de la instauración de un Estado federal,
una propuesta que ha venido cogiendo fuerza en los últimos tiempos,
a pesar de no tener el respaldo de la gran mayoría.
Y es que esto último es
lo importante para la regeneración completa de nuestro país. Se
necesita un gran debate, en el cual la gente opine y proponga
soluciones. Se acabó la inmovilidad social heredara de la época en
la que el engañoso velo del falso bienestar nos cegaba. Hace mucho
tiempo que las cosas no funcionan, pero es ahora cuando tenemos la
oportunidad de cambiarlas. Busquemos un lado positivo a esta
diabólica “Crisis Total”, y emprendamos el camino de la
verdadera democracia.
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