Institución
desfasada y anacrónica, la monarquía es el reflejo de un pasado oscuro en la
que la falta de derechos y libertad estaban a la orden del día. Desde nuestra
Constitución vigente aprobada en el año 1978 se nos asegura en el mismísimo
artículo 1 que “España se constituye en un Estado social” en el que el derecho
a la igualdad ocupa un puesto superior.
Sin embargo, en una monarquía
nunca podrá haber igualdad total, ya que sigue imperando el derecho de sangre,
de herencia por nacimiento. Nuestro jefe de Estado, que además fue designado
sucesor por un régimen dictatorial de carácter fascista, ha llegado a la máxima
representación de nuestro país, solo por su condición familiar. Nada de méritos
propios, nada de igualdad.
¿Cómo podemos aceptar que vivimos
en un estado igualitaria, sí nuestra institución más representativa está regida
por una ley en la que la ignorancia y la injusticia son omnipresentes?
Criticar el sistema monárquico no
tiene nada que ver con la absoluta ineficacia de los personajes que ostentan la Corona, sino con el valor ineficiente que esta institución conlleva. Por ello
el pueblo no debe pedir la renuncia del actual monarca don Juan Carlos I de
Borbón. Debe solicitar la abolición absoluta y completa de la monarquía, en
favor de una república democrática, en la que la
soberanía la tiene el pueblo, que libre de ataduras desfasadas
históricas, podrá decir que disfruta de igualdad.
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