miércoles, 27 de febrero de 2013

La política nunca fue más necesaria



Sin duda, los sucesos acontecidos el 23 de febrero de 1981 aún perduran en la memoria colectiva de todos los españoles. Lo hayamos vivido o no, es algo tan cercano y trascendente que no nos podemos olvidar de ello. El intento de un golpe de Estado, que quería retornar al régimen anterior militar, supuso un triunfo para la recién nacida democracia española que se consolidó y prosperó en los siguientes años.
En estos días de desconcierto, esa fe e ilusión en el sistema se está perdiendo. Muchos miran hacia atrás e intentan buscar algo que les anime a seguir creyendo. En ese sentido, el golpe militar, perpetrado por el general Tejero, supone un recuerdo agridulce de terror, y a la vez de esperanza por la superación de lo inadmisible, y su posterior sentimiento de consenso y altruismo en la política española. Quizás fue una falsa ilusión, pero pareció que el bien común y el raciocinio moral se anteponían en esos días.
Es evidente que la situación en España está cada vez peor, el desafecto hacía los políticos a cada momento es más grande y peligroso. Las posturas extremistas crecen, existe un pequeño miedo a un posible suceso como el ocurrido el 23F. La política tiene que saber encauzar los ritmos que demanda una sociedad cada vez más madura e instruida. No puede dejarse llevar por la ineficacia y la más absoluta indiferencia al drama social, tal y como se está viendo en las últimas actuaciones.
La realidad es clara, si deciden continuar en su inmovilismo y acomodo inoperante y egoísta, seguiremos igual, lamentando el presente y recordando melancólicamente un pasado que tampoco fue mejor.  

martes, 19 de febrero de 2013

Hay espacio para el cambio


Actualmente y como bien se indica en distintos marcadores de confianza, los ciudadanos españoles nos encontramos en un estado de desafección total hacia el sistema en el que vivimos, que, a pesar de vanagloriarse con términos de igualdad y justifica, provoca cada vez más grandes diferencias entre la población. Tasas alarmantes como las de desempleo, especialmente el juvenil, o los altos casos de corrupción, parecen llevarnos a una situación abocada al más profundo y oscuro abismo.
No obstante, en tiempos de crisis, crecen las soluciones. Es evidente que el ciudadano español está en estos momentos imbuido de un sentimiento de total rechazo a todo el sistema en el que vive. En particular vemos una clase joven tremendamente crítica y participativa que se niega a seguir aguantando la obstrucción que provoca el funcionamiento desfasado del Estado.
¿Qué hacer? Esa es la gran pregunta que se hacen muchos en estos últimos meses de tensión. Es innegable, que se avecina tormenta, y es por ello que muchos ya empieza a hablar de renovación y cambios. Es en esa línea en la que se mueve la extensa y detallada editorial publicada por el diario El País el pasado 10 de febrero, en la cual se habla de reconstrucción, dando a conocer sus peculiares puntos de variación para erradicar los problemas vigentes.
Ese es el ejercicio crítico que hace falta en este país, ya que somos especialistas en expresar nuestro malestar, pero nunca en proponer nada para mejorar. Pocas personas se atreven y muchas siguen a la corriente, cambiando de ola según convenga más o menos, o según sea el color de la misma. No seré yo quien subscriba totalmente las opiniones y soluciones versadas en el diario El País, ya que por poner un ejemplo nunca aceptaría hablar de un cambio en el que se diese la posibilidad de seguir viviendo bajo el anacronismo de la monarquía.
Pero sí valoro su intento, y en muchos otros puntos como la reforma en educación, sanidad, justicia o la imprescindible reforma de la Constitución de 1978 coincido de pleno, aunque siempre con matices y nuevas posibilidades para el dialogo. Mayor problema plantean otras cuestiones como el hecho de la instauración de un Estado federal, una propuesta que ha venido cogiendo fuerza en los últimos tiempos, a pesar de no tener el respaldo de la gran mayoría.
Y es que esto último es lo importante para la regeneración completa de nuestro país. Se necesita un gran debate, en el cual la gente opine y proponga soluciones. Se acabó la inmovilidad social heredara de la época en la que el engañoso velo del falso bienestar nos cegaba. Hace mucho tiempo que las cosas no funcionan, pero es ahora cuando tenemos la oportunidad de cambiarlas. Busquemos un lado positivo a esta diabólica “Crisis Total”, y emprendamos el camino de la verdadera democracia.  

martes, 5 de febrero de 2013

No hay igualdad en una monarquía



Institución desfasada y anacrónica, la monarquía es el reflejo de un pasado oscuro en la que la falta de derechos y libertad estaban a la orden del día. Desde nuestra Constitución vigente aprobada en el año 1978 se nos asegura en el mismísimo artículo 1 que “España se constituye en un Estado social” en el que el derecho a la igualdad ocupa un puesto superior.
Sin embargo, en una monarquía nunca podrá haber igualdad total, ya que sigue imperando el derecho de sangre, de herencia por nacimiento. Nuestro jefe de Estado, que además fue designado sucesor por un régimen dictatorial de carácter fascista, ha llegado a la máxima representación de nuestro país, solo por su condición familiar. Nada de méritos propios, nada de igualdad.
¿Cómo podemos aceptar que vivimos en un estado igualitaria, sí nuestra institución más representativa está regida por una ley en la que la ignorancia y la injusticia son omnipresentes?
Criticar el sistema monárquico no tiene nada que ver con la absoluta ineficacia de los personajes que ostentan la Corona, sino con el valor ineficiente que esta institución conlleva. Por ello el pueblo no debe pedir la renuncia del actual monarca don Juan Carlos I de Borbón. Debe solicitar la abolición absoluta y completa de la monarquía, en favor de una república democrática, en la que la  soberanía la tiene el pueblo, que libre de ataduras desfasadas históricas, podrá decir que disfruta de igualdad.